El transporte ecuatoriano en terapia intensiva, una victima más del COVID - 19
Desde el pasado 29 de febrero fecha en que se confirmo el primer caso de corona virus en Ecuador, hasta la fecha de este titular se ha registrado 10128 casos confirmados de COVID-19.
Al momento se contabilizan 22719 casos confirmados con el virus
576 personas fallecidas
1366 casos con alta hospitalaria y
22719 casos confirmados con el virus
a este valor hay que agregar un paciente muy importante para el desarrollo del país, como lo es el transporte de pasajeros a nivel nacional.
El sector del transporte ecuatoriano esta abordando la mayor crisis en la historia que podamos recordar, desde el proceso de dolarización en el año 2000 el cual provoco perdidas económicas y quiebras financieras a socios y empresas de transporte.
20 años después una situación similar y fuera de lo esperado se vuelve a dar, sin un panorama claro ni una solución a la vista, la carretera, el camino del transporte no esta definido.
La vuelta a la actividad tras la mayor crisis social que hemos vivido en los últimos años nos enfrenta a una "nueva normalidad" donde la movilidad sostenible, y en especial el transporte público, va a ser un elemento clave de la configuración de nuestras ciudades.
Es necesario realizar un análisis riguroso acerca de cómo reconfigurar nuestros hábitos en todos los campos y nuestra forma de movernos tras la COVID-19 debe ser foco de debates y propuestas. Esta pandemia mundial va a cambiar nuestra forma de pensar y afrontar los problemas colectivos en muchos aspectos y la movilidad urbana es una parte fundamental.
Evitar un posible rebrote de la pandemia o prepararnos para nuevos virus pasará por aplicar lógicas de salud preventiva en todos los aspectos de nuestras vidas.
Una de las principales medidas que se han tomado para evitar el colapso del sistema sanitario ha sido la restricción de la movilidad para evitar contagios; sin embargo, en las próximas semanas tendremos que definir las medidas para un levantamiento paulatino de las restricciones actuales que satisfaga nuestras necesidades de desplazamiento. Las recomendaciones sanitarias se han dirigido a minimizar el uso del transporte masivo, recomendando el uso de la bicicleta o los desplazamientos a pie como modo preferente, frente al uso del automóvil.
Esta recomendación se enmarca desde la apuesta por minimizar el riesgo de contagios pero conlleva el riesgo de que se instaure en el imaginario colectivo una percepción negativa del transporte público.
Sin embargo, el transporte público es el único completamente universal, ya que el 42% de la población no dispone de auto particular, ni de licencia de conducir o convive con alguna discapacidad motora o sensorial que imposibilita los desplazamientos a pie o en bicicleta.
Prueba de ello es que en estos días de movilidad restringida se han seguido realizando miles de viajes diarios en transporte público, al tiempo que sus trabajadores han sido considerados personal esencial. De hecho, los operadores de transporte han realizado verdaderos esfuerzos para garantizar la seguridad del servicio con desinfecciones diarias, acceso por la puerta trasera o uso de mascarillas mientras se priorizaba un número de vehículos suficiente que permitiera el distanciamiento social.
Tras la crisis actual se abre una ventana de oportunidad para la movilidad sostenible, especialmente para los viajes a pie y en bicicleta, pero también debe serlo para el transporte público. En un escenario donde se espera un descenso importante de la movilidad asociado al desempleo y al aumento del teletrabajo, el automóvil parece que se presenta como la solución lógica.
La industria que rodea el automóvil abraza ya ilusionada esta idea, impulsada por el descenso de beneficios que están afrontando, mientras piden que se elimine toda restricción a los límites de contaminación, en contra de cualquier recomendación sanitaria, y se promocione así el medio de transporte más ineficiente y contaminante.
La reinserción de la sociedad después de un bloqueo será un proceso gradual y difícil. La oferta de transporte público adaptado y seguro será extremadamente importante aquí.
El respeto por el distanciamiento social y las necesidades de higiene tanto para los pasajeros como para el personal del transporte es la máxima prioridad para prevenir la mayor propagación del virus COVID-19, mientras que el reinicio de la actividad "normal" debe evitar más pérdidas económicas y sociales.
Los diseños de servicios apropiados deben ser bien pensados en el transporte público en general, y en los servicios de autobuses en particular.
¿Cómo se preparan las agencias y operadores de transporte público para esto? ¿Cuáles son las primeras experiencias de aquellos que ya comenzaron de nuevo? ¿Qué medidas se están tomando en qué fase del proceso? ¿Cómo se comporta el cliente / pasajero? ¿Ha mantenido la confianza en el transporte masivo? ¿Y cómo pueden los operadores de autobuses comenzar de nuevo después de varias semanas o meses sin ingresos?
Al momento se contabilizan 22719 casos confirmados con el virus
576 personas fallecidas
1366 casos con alta hospitalaria y
22719 casos confirmados con el virus
a este valor hay que agregar un paciente muy importante para el desarrollo del país, como lo es el transporte de pasajeros a nivel nacional.
El sector del transporte ecuatoriano esta abordando la mayor crisis en la historia que podamos recordar, desde el proceso de dolarización en el año 2000 el cual provoco perdidas económicas y quiebras financieras a socios y empresas de transporte.
20 años después una situación similar y fuera de lo esperado se vuelve a dar, sin un panorama claro ni una solución a la vista, la carretera, el camino del transporte no esta definido.
La vuelta a la actividad tras la mayor crisis social que hemos vivido en los últimos años nos enfrenta a una "nueva normalidad" donde la movilidad sostenible, y en especial el transporte público, va a ser un elemento clave de la configuración de nuestras ciudades.
Es necesario realizar un análisis riguroso acerca de cómo reconfigurar nuestros hábitos en todos los campos y nuestra forma de movernos tras la COVID-19 debe ser foco de debates y propuestas. Esta pandemia mundial va a cambiar nuestra forma de pensar y afrontar los problemas colectivos en muchos aspectos y la movilidad urbana es una parte fundamental.
Evitar un posible rebrote de la pandemia o prepararnos para nuevos virus pasará por aplicar lógicas de salud preventiva en todos los aspectos de nuestras vidas.
Una de las principales medidas que se han tomado para evitar el colapso del sistema sanitario ha sido la restricción de la movilidad para evitar contagios; sin embargo, en las próximas semanas tendremos que definir las medidas para un levantamiento paulatino de las restricciones actuales que satisfaga nuestras necesidades de desplazamiento. Las recomendaciones sanitarias se han dirigido a minimizar el uso del transporte masivo, recomendando el uso de la bicicleta o los desplazamientos a pie como modo preferente, frente al uso del automóvil.
Esta recomendación se enmarca desde la apuesta por minimizar el riesgo de contagios pero conlleva el riesgo de que se instaure en el imaginario colectivo una percepción negativa del transporte público.
Sin embargo, el transporte público es el único completamente universal, ya que el 42% de la población no dispone de auto particular, ni de licencia de conducir o convive con alguna discapacidad motora o sensorial que imposibilita los desplazamientos a pie o en bicicleta.
Prueba de ello es que en estos días de movilidad restringida se han seguido realizando miles de viajes diarios en transporte público, al tiempo que sus trabajadores han sido considerados personal esencial. De hecho, los operadores de transporte han realizado verdaderos esfuerzos para garantizar la seguridad del servicio con desinfecciones diarias, acceso por la puerta trasera o uso de mascarillas mientras se priorizaba un número de vehículos suficiente que permitiera el distanciamiento social.
Tras la crisis actual se abre una ventana de oportunidad para la movilidad sostenible, especialmente para los viajes a pie y en bicicleta, pero también debe serlo para el transporte público. En un escenario donde se espera un descenso importante de la movilidad asociado al desempleo y al aumento del teletrabajo, el automóvil parece que se presenta como la solución lógica.
La industria que rodea el automóvil abraza ya ilusionada esta idea, impulsada por el descenso de beneficios que están afrontando, mientras piden que se elimine toda restricción a los límites de contaminación, en contra de cualquier recomendación sanitaria, y se promocione así el medio de transporte más ineficiente y contaminante.
La reinserción de la sociedad después de un bloqueo será un proceso gradual y difícil. La oferta de transporte público adaptado y seguro será extremadamente importante aquí.
El respeto por el distanciamiento social y las necesidades de higiene tanto para los pasajeros como para el personal del transporte es la máxima prioridad para prevenir la mayor propagación del virus COVID-19, mientras que el reinicio de la actividad "normal" debe evitar más pérdidas económicas y sociales.
Los diseños de servicios apropiados deben ser bien pensados en el transporte público en general, y en los servicios de autobuses en particular.
¿Cómo se preparan las agencias y operadores de transporte público para esto? ¿Cuáles son las primeras experiencias de aquellos que ya comenzaron de nuevo? ¿Qué medidas se están tomando en qué fase del proceso? ¿Cómo se comporta el cliente / pasajero? ¿Ha mantenido la confianza en el transporte masivo? ¿Y cómo pueden los operadores de autobuses comenzar de nuevo después de varias semanas o meses sin ingresos?